domingo, 21 de enero de 2018

MI PRIMERA SILLA                                    INMA BLANCO


Cada día soy más consciente del largo camino de la aceptación, un camino sinuosamente largo que cada día abre nuevas brechas, nuevos recodos y aunque a veces duele yo acepto, que remedio queda, parece que no hay marcha atrás. Es mi primera silla, podría haber sido peor.

Hace dos años que camino sobre ruedas, aunque yo siempre digo que vuelo, quienes me conocéis ya sabéis mi obsesión en buscar siempre lo bueno entre lo malo. Desde que llego mi scooter a mis manos reconozco que gozo de una mayor libertad, pero, y siempre hay un pero, a mi caballo volador se unió un año después una silla adaptada en mi bañera y junto a ella se acabaron los baños de espuma con el agua hasta el cuello. Antes de todo esto fueron los bastones y dejar atrás mis caminatas de kilómetros, el substituir mis ejercicios con máquinas, excusa para encontrarme con mis amigas del Ateneo de la Dona por ejercicios en una piscina que queda a 20 kms de mi población. Renuncias, cambios y más renuncias en el viaje de la aceptación.

Mi primera silla es roja, como no podía ser de otra forma, mi coche, que por cierto también ha pasado a ser más o menos adaptado, también es una furgoneta roja. Me gustan los colores que irradian vida ¡lo que me costó conseguir una furgoneta que no fuera en tonos grises y uniformes!, pues eso, que mi silla es roja y que me cuesta un montón empujarla con mis manos, si porque aquí en mi Cataluña del alma tienes que tener las manos destrozadas para conseguir una silla con motor, así que no queda otra que aprender.

Desde que llego, la he tenido días relegada, arrinconada, no se, no es que no quisiera verla, es que me costaba aceptarla. Así como la scooter tubo una entrada triunfal, esta silla manual es otra cosa, es no sé, como si fuera a su aire, cuando nota una bajada se va sola y las subidas ya ni lo explico, ahora más que nunca soy consciente de que aquellos que diseñaron las rampas no han subido en una silla ni de coña.

Así pues tengo una silla nueva de aluminio, se supone que no pesa pero para mí ahora es todo tan duro y tan pesado que no sé qué decir. Tengo que aprender de nuevo tantas cosas, como girar, como detener cuando baja en estampida, como subir....

El camino de la aceptación es largo y sinuoso, lleno de bifurcaciones y senderos adyacentes ¿Qué nuevas sorpresas me prepara?