MI PRIMERA SILLA INMA BLANCO
Cada día soy más
consciente del largo camino de la aceptación, un camino sinuosamente largo que
cada día abre nuevas brechas, nuevos recodos y aunque a veces duele yo acepto,
que remedio queda, parece que no hay marcha atrás. Es mi primera silla, podría haber
sido peor.
Hace dos años que
camino sobre ruedas, aunque yo siempre digo que vuelo, quienes me conocéis ya sabéis
mi obsesión en buscar siempre lo bueno entre lo malo. Desde que llego mi scooter
a mis manos reconozco que gozo de una mayor libertad, pero, y siempre hay un
pero, a mi caballo volador se unió un año después una silla adaptada en mi
bañera y junto a ella se acabaron los baños de espuma con el agua hasta el
cuello. Antes de todo esto fueron los bastones y dejar atrás mis caminatas de kilómetros,
el substituir mis ejercicios con máquinas, excusa para encontrarme con mis
amigas del Ateneo de la Dona por ejercicios en una piscina que queda a 20 kms
de mi población. Renuncias, cambios y más renuncias en el viaje de la
aceptación.
Mi primera silla
es roja, como no podía ser de otra forma, mi coche, que por cierto también ha
pasado a ser más o menos adaptado, también es una furgoneta roja. Me gustan los
colores que irradian vida ¡lo que me costó conseguir una furgoneta que no fuera
en tonos grises y uniformes!, pues eso, que mi silla es roja y que me cuesta un
montón empujarla con mis manos, si porque aquí en mi Cataluña del alma tienes
que tener las manos destrozadas para conseguir una silla con motor, así que no
queda otra que aprender.
Desde que llego,
la he tenido días relegada, arrinconada, no se, no es que no quisiera verla, es
que me costaba aceptarla. Así como la scooter tubo una entrada triunfal, esta
silla manual es otra cosa, es no sé, como si fuera a su aire, cuando nota una
bajada se va sola y las subidas ya ni lo explico, ahora más que nunca soy
consciente de que aquellos que diseñaron las rampas no han subido en una silla
ni de coña.
Así pues tengo
una silla nueva de aluminio, se supone que no pesa pero para mí ahora es todo
tan duro y tan pesado que no sé qué decir. Tengo que aprender de nuevo tantas
cosas, como girar, como detener cuando baja en estampida, como subir....
El camino de la
aceptación es largo y sinuoso, lleno de bifurcaciones y senderos adyacentes ¿Qué
nuevas sorpresas me prepara?