miércoles, 5 de enero de 2022

 DE CARMEN MARTINEZ-RAPOSO PIEDRAFITA


NOCHE DE REYES

La noche de Reyes, siempre es mágica, sobre todo si eres niño o tienes niños cerca. Mi primer recuerdo de una noche de  Reyes es del año 62, llevaba 4 meses ya ingresada en el Hospital Gómez Ulla de Madrid, la maldita polio hizo que mis piernas fueran como trapo. En el hospital, solo había un par de niños, Maribel que era más mayor y Julito que estaba en el pulmón de acero. Mi madre llevaba todos esos meses a mi lado.  Me rodeaban soldados ingresados por otras enfermedades infecciosas, no recuerdo ningún nombre,  pero consiguieron que esa noche fuera inolvidable, se disfrazaron para mí, burlando a la monja que hacía guardia, y me pintaron esa sonrisa que veis. 

Ese año los Reyes me dejaron además del recuerdo una muñeca que se llamaba Filo. 

Mi homenaje a esos chicos, a mi madre y también a mi hermano que ese año no tuvo él a su mamá y mi deseo de que no olvidemos al niño ilusionado que todos tenemos.




 DE KAREN GUZMAN MISS WEELCHAIR EL SAVADOR.



CRECER ENTRE DOS MUNDOS

Yo crecí entre dos mundos: El "normal" que sabía que yo era diferente pero me aceptaba: y el de "discapacidad" que me veían como bicho extraño por ser "demasiado independiente para mi condición". Bien se dice que lo que no te mata te hace más fuerte, pero se dio el caso en que mi fuerza se confundió con mi fortaleza y cuando mi fuerza comenzó a fallar por problemas físicos, no faltó quién lo tomó como "Eso es mental", "¿Qué te pasa? Si sos la persona más fuerte que he conocido", "Estás engordando porque mucho comes y ya no haces ejercicios", "No creo que el dolor sea para tanto como para que llores por dar unos pasos". "Es que te quieres poner a la par de tus amigas que usan silla de ruedas y por eso insistes en usarla".... Puedo seguir y no acabo... El constante escrutinio en el que he vivido sometida desde que "dejé de ser como cuando era niña o más joven", me molesta, si, pero no me hace sentir mal -aunque en su momento, años atrás lloré por palabras hirientes que venían de mis seres queridos. Las personas ajenas nunca han logrado hacer mella en mí-. Gracias a todo lo que pasé desde niña, yendo a terapias que solo Dios sabe ¡CUANTO DUELEN! Haciendo ejercicios, yendo y viniendo caminando, "saltando y corriendo" a mi modo, pero jugando y siendo feliz como cualquier niña  a pesar del dolor físico que no reflejaba más que cuando estaba en los hospitales o donde el bendito y querido Sr. Guadrón (Q. E. P. D.), que me hacía mis aparatos ortopédicos y me hacía llorar en cada toma de medidas y me obligaba a pararme erguida (lo cual agradezco porque evitó más daño en mi espalda a esa edad) para que caminara mejor. Siendo regañada y tratando de ser menospreciada por no ser el estereotipo de la persona/niñ@ que da lástima por su condición sino siendo fuerte, enérgica, alegre.... ¡FELIZ! Dentro de mi vida " normal" hice travesuras y me castigaron, aprendí a hacer las cosas de la casa, a cocinar, a cuidar de mí y de mi hermana menor.... A ser "mamá" de esa hermana mientras nuestra madre trabajaba en otro país para mantenernos después que papá murió. Cuando estaba en el colegio, llegó la edad de los enamoramientos y a mí no me interesaba. Las niñas se emocionaban al ver a los del colegio vecino y yo, ni me inmutaba. Creo que a pesar de la edad, en ese aspecto, me había saltado esa etapa y era más madura que las otras, pero me divertía y me alegraba al verlas vivir la experiencia del "primer amor". Cuando llegó mi momento, lo viví igual que ellas, con la misma inocencia y alegría. No me perdí de nada que se viva a esa edad, solo que lo hice con un par de años más. Me equivoqué muchas veces, fui descuidada o confiada y me metí en problemas de los que aprendí la lección. Nunca he sido la fiel representación ni de perfección ni de responsabilidad, pero he hecho mi mejor esfuerzo. Crecí y me encontré con muchas cosas de la vida diaria que cualquiera vive: Amé, me rompieron el corazón, seguí y volví a amar... De ese amor nació lo más preciado que tengo que es mi hija y no sé qué depara el destino en ese aspecto, ¡pero estoy lista para enfrentarlo! Durante muchos años pensé que era la única que era así (en cuanto a mi independencia con mi discapacidad) pero encontré no solo otras amigas sino grandes ejemplos que son como mis hermanas ahora, que me hicieron sentir bienvenida en una parte de mi vida que siempre había sido rechazada y temida hasta cierto punto. Aprendo día a día con ellas y con otros y trato de ayudar en lo posible. Hay algunos seres que son felices si minimizan a otros para sentirse grandes, siempre se ha dado ese fenómeno en las sociedades, pero eso no define a nadie, si no lo permite. Puedo no ser como otros quisieran, no lo haré porque no quiero. Solamente me debo a mí misma, ser la persona que quiero ser y enseñarle a mi hija a ser quien ella desee ser y no permitir que nadie menoscabe su dignidad, amor propio y su felicidad. Las bendiciones si se comparten, se multiplican y eso, es el granito de arena que vine a aportar al mundo. 💖🙏🏻



viernes, 25 de octubre de 2019

ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS - ALICIA BARRAGAN HERRAN



La vida se quedaba afuera cuando cruzaba el umbral de la puerta del hospital y todos los olores que había traído conmigo desaparecían absorbidos por el fuerte olor a asepsia que salía a recibirme a modo de bienvenida.

Cuando el pórtico se cerraba detrás de mí el corazón empezaba a latirme con fuerza y su sonido era una canción de cuna en medio de aquel silencio.
La sala de espera se me figuraba entonces, como la nave de una estación grande y fría. Tenía las paredes embaldosadas con unos azulejos de color verde, ajados ya por el paso del tiempo y húmedos todavía por haber sido fregados recientemente con algún desinfectante.
Alrededor de toda la sala y pegados a la pared, se alineaban unos bancos de madera muy viejos donde la gente se sentaba esperando ser atendida.
A pesar de que había grandes ventanales, las persianas casi siempre permanecían cerradas y la estancia se iluminaba tan solo con una gran lámpara que pendía del techo.
Al fondo, detrás de un largo mostrador blanco varias religiosas atendían a las personas que se acercaban para solicitar información.
- Yo me quedaba sentada en uno de aquellos bancos con mi pequeño equipaje mientras papá y mamá esperaban para rellenar los papeles de ingreso.
Desde donde estaba podía observar el ir y venir de la gente.
Algunos de aquellos rostros producían en mí una intensa emoción. Porque adivinaba en los surcos de sus mejillas el camino que las lágrimas habían recorrido en su descenso antes de poder ser enjugadas. En aquellas sombras moradas que rodeaban sus ojos, el manto con que la noche había premiado sus desvelos. Y en los hilos de plata que prematuramente habían teñido sus cabellos, cada una de las preguntas formuladas que no encontraron respuesta.
Eran las huellas de un sufrimiento intenso y profundo que yo ya conocía.
Les oía llorar algunas noches, cuando ellos creían que dormía y nada me dolía más que su dolor. Decidí que nunca lo sabrían.
Recuerdo muy bien aquella sala.
Tenía un pasillo largo y amplio y a uno y otro lado se alineaban las camas situadas de cuatro en cuatro formando pequeñas habitaciones.
Un biombo separaba los dormitorios abiertos del pasillo, pero desde las camas se podía ver sin demasiado esfuerzo, todo lo que ocurría en el corredor.
Cada una de las habitaciones estaban a su vez separadas por un fino tabique que no aislaba apenas el sonido de las voces del otro lado. Continuando por el pasillo se llegaba hasta los lavabos. Paredes desconchadas con fuerte olor a lejía y en donde la única decoración la constituían las cuñas colgadas en la pared. Pequeños lavamanos de roca desportillada y amarillenta y algún espejo picado, en el que apenas podías verte la cara.
No había ningún estante ni colgador donde dejar la toalla, a lo sumo un taburete que casi siempre estaba ocupado.
Los retretes no tenían puertas, estaban separados entre sí por pequeños tabiques, tan delgados, que el hedor se filtraba a través de ellos esparciéndose y mezclándose con el perfume del jabón y del agua de colonia.
Otra puerta comunicaba los lavabos con las duchas pero casi siempre estaba cerrada con llave. El acceso a la ducha siempre se hacía en compañía de una enfermera y normalmente se establecían turnos de una vez a la semana. También había un turno especial, el de la noche anterior a la intervención.
Al final del pasillo estaba el comedor. Era la única estancia con luz natural. Llegaba a través de unos ventanales que aunque no muy grandes dejaban entrar los rayos del sol por las mañanas.
- La caricia del sol sobre mi piel y el humeante tazón del café con leche que nos daban para desayunar son sensaciones que aún recuerdo. Instantes felices que me ayudaban a reconciliarme con la vida.
No estaba permitido abrir las ventanas pero si pegabas la cara al cristal desde uno de ellos podías alcanzar a ver un trocito de calle, justo donde el tranvía daba la vuelta antes de detenerse en la parada que había frente al hospital.
- Al atardecer después de la cena solía quedarme sentada frente al ventanal hasta que anochecía.
Entonces ellas volvían y se posaban en los viejos tejados de los edificios, escondían la cabecita bajo sus alas y se dormían soñando tal vez con una ciudad de manitas abiertas y llenas de dulce “maíz” con que saciar su hambre. Las palomas.
La sala se comunicaba con un amplio vestíbulo a través de una puerta que de día permanecía abierta y por la noche cerraban. Al otro lado había un mostrador a modo de recepción con dos habitaciones anexas que daban acceso al botiquín y a la zona de descanso de las enfermeras.
Frente al mostrador una pequeña sala de espera con dos sillones y una vieja mesa de centro donde se amontonaban las viejas revistas y los crucigramas casi siempre por terminar.
A la derecha de la salita estaban los ascensores.
Uno era de libre acceso y conducía desde la planta hasta el vestíbulo de la entrada del hospital. El otro ascensor era únicamente de uso médico y tenía un rotulo en la parte superior que indicaba su trayecto y única parada: QUIROFANOS.
Todos los que estábamos en aquella sala esperábamos nuestro turno. El momento de cruzar de una sala a otra. De traspasar aquella puerta que tenía un nombre mágico y tenebroso: QUIROFANOS.
Nadie pensaba en tomar el otro ascensor, el que conducía a la salida. No había otra salida.
Las noches en los hospitales son interminables. A las 9 se apagan las luces y solo quedan encendidos unos tenues apliques en el pasillo.
El silencio es absoluto; solamente interrumpido por el sonido seco de la tos de algún paciente recién operado que sufre los efectos de la anestesia, o por el ir y venir de la enfermera que, puntualmente, administra los medicamentos a cada uno de los enfermos o que acude a la llamada de los que no pueden levantarse para ir al lavabo.
El sonido de los camilleros entrando en la sala es el anuncio de que la espera ha terminado.
Es el fin de una larga y angustiosa agonía que ha empezado varias horas antes, probablemente al amanecer del día anterior, cuando la enfermera acudía muy temprano a extraer la sangre para hacer los últimos análisis. Después afeitan la zona que ha de ser intervenida y toman la temperatura. Esto último ya no dejarán de hacerlo periódicamente a lo largo del tiempo que falte hasta la operación.
Todo forma parte de un protocolo y a partir de ese momento los controles se sucederán ininterrumpidamente. Se ha iniciado la cuenta atrás.
- Las agujas del reloj son ahora lo más importante. El tiempo pasa demasiado deprisa ahora.
La última comida, la cena, se sirve a las 7 de la tarde. Será ligera, probablemente verdura sin sal y algo de pescado hervido, tal vez también un zumo. Es el último alimento sólido que recibirá en las siguientes 48 horas.
A las 10 de la noche, apenas tres horas después de la cena, será conducido al baño donde se le administrarán las lavativas necesarias hasta conseguir que su estomago se vacíe. Después de una ducha templada se le vestirá con un ligero camisón abierto por la espalda y atado únicamente con unas cintas y le acompañarán de nuevo a su cama. La enfermera del turno de noche le dará una pastilla para ayudarle a dormir y mantenerlo sedado. No lo conseguirá.
El dolor del estómago repleto de agua y el escozor en el ano irritado aún por el reciente esfuerzo, le harán levantarse una y otra vez al lavabo para evacuar una y otra vez agua. Y así, le sorprenderá el amanecer con los ojos abiertos y cansados y el vacío de su estomago ahora también en su cabeza.
Antes de que se haga de día vendrá de nuevo una enfermera y preparará la zona que va a ser abierta pintándola con yodo y le dará una última pastilla que depositará en su lengua. Oirá el ruido de la camilla que se acerca. La última mirada a su reloj de pulsera antes de que alguien lo desprenda de su muñeca. Es la hora.
- Ya estoy sobre ella. Siento las ruedas deslizarse debajo de mí. Después la certeza de no poder escapar a un destino que se espera y que se teme.
- Alguien reza detrás de mí, lleva un rosario. Oigo llorar a mamá.
- Papá ha soltado mi mano.
Las puertas metálicas del ascensor se abren. De nuevo un corredor silencioso y metálico y un olor penetrante que llena mi estomago vacío. Me siento mareada.
Después una intensa luz blanca. Pero ya no tengo miedo, solo una sensación de desamparo y de total e infinita soledad.
- Ahora estoy sobre una mesa rígida y fría. Me han cubierto los pies y los cabellos con unas bolsas de plástico verde.
- Siento un pinchazo en mis venas. Los parpados me pesan cada vez más.
Unos ojos sin boca me preguntan…
¿Cómo te llamas?
…A..l..i..c..i.a…
¿En el país de las maravillas?
Después…oscuridad...

CARTA DE UNA SUPERVIVIENTE DE POLIO Y SPP  - MARGOTH NV DE ECUADOR



Carta de una sobreviviente de Polio y SPP
Hoy 24 de Octubre, es el día INTERNACIONAL de lucha para la erradicación de la poliomielitis y sus efectos.
Mi nombre es Nelly Margoth V, soy ecuatoriana, a la edad de dos años contraje el virus que marco mi vida, a esa edad donde debía correr, saltar, jugar, lo que recuerdo era estar en hospitales torturada con choques eléctricos, aparatos ortopédicos en medio de las miradas crueles que te juzgaban como que si yo tuviese la culpa de haber contraído esta irreversible, degenerativa y progresiva enfermedad. Aún recuerdo esas palabras más viniendo de personas queridas, pero ahora no me duelen tanto porque comprendí que el ""Cojear" no es un pecado sino algo físico que mi discapacidad es física y no de inhumanidad. En el Ecuador casi nadie tiene conocimiento de esta fecha, ni de nuestras necesidades, no hay estadísticas de cuantas personas hay con secuela de polio y SPP, ni como vivimos, NADA se ha hecho, somos una especie que esta "fuera del mapa" porque creen que la polio ya no existe pero los SOBREVIVIENTES AUN ESTAMOS AQUÍ!! No hemos muerto aún, el virus no nos mató. Ni tampoco se la ha erradicado mundialmente.
Quiero dirigirme en este párrafo especialmente a mis compatriotas ecuatorianos, que durante las manifestaciones a nivel nacional contra las medidas económicas del gobierno del presidente Lenin Moreno, la gente en medio de la indignación, usaban para herir al presidente por su discapacidad en silla de ruedas, la palabra ""PATÒJO"" término que se usa en nuestro país para ofender a una persona que no puede caminar normalmente. Les dijo compatriotas, que si su deseo es ofender ser ""PATOJO" NO ES UN DELITO, delito es ser Corrupto, ladrón, mentiroso, asesino, traicionero, etc. Me dio tanta pena escuchar como incluso personas que se suponía ser lideres se exprese de esa forma. A la vez una decepción tan profunda creer que un presidente con discapacidad me representaría, pero comprendí que para eso se necesita mucho más.
Para concluir, muchas veces me he culpado de sentirme triste, sin deseos de vivir, que siento físicamente cambios de debilidad en mi mano que por años ha sido mi apoyo, fatiga, dolores incapacitántes, etc.  Pero gracias a mis compañeros de ARGENTINA, México, España Brasil,etc que nos une la misma situación, comprendí que no estoy sola en esto y que el tener secuela de polio es tener también valentía para seguir adelante en medio de síntomas que nos toca enfrentar y que yo los desconocía. Agradezco a mi FAMILIA porque aunque no padecen lo mismo que yo han visto desde mi niñez como mi situación ha sido muchas veces incomoda para ustedes pero que, despertar en ustedes, solidaridad y comprensión por esto que me tocò vivir.
Lo Único que te pido es RESPETO y que como pueblo ecuatoriano, que si luchas en las calles, recuerda que las personas sobrevivientes de polio también hemos sufrido discriminación, en educación, salud, en lo laboral, accesibilidad, y LUCHA POR MI TÀMBIEN HERMANO. !!COMPARTE POR FAVOR!!
NO MÀS NIÑOS CON MULETAS NI APARATOS ORTOPÉDICOS


lunes, 14 de octubre de 2019

NACÍ EN UN LUGAR DE LA MANCHA  - VIOLETA FLORES RUIZ



Nací en un lugar de La Mancha un maravilloso día de reyes, siendo el mejor regalo de toda mi familia.
Fue en casa de mi abuela materna donde convivían en paz y armonía otros familiares.
Dña. Flora fue la comadrona que de forma tradicional asistió a mi madre en la complicada tarea de traer al mundo una enorme niña de casi 6 kls, sin cesárea ni ninguna de las técnicas actuales tan beneficiosas y necesarias. Afortunadamente todo salió bien y mi llegada se celebró con gran júbilo, pero la fatalidad quiso interrumpir tan dichoso momento de la manera más cruel y brusca con el repentino fallecimiento de mi abuelo materno ese mismo día, lo que supuso un duro golpe para toda mi familia y muy especialmente para mi madre.
En numerosas ocasiones he pensado si semejante coincidencia, no fue quizás el presagio de lo que más tarde acontecería toda mi vida que siempre se ha desarrollado entre el drama y la comedia.
Transcurrieron varios meses en los que de forma activa con mi habitual simpatía ayudé a paliar tan terrible dolor, provocando en mi madre alguna que otra sonrisa aunque en ocasiones ésta fuera forzada.
Con la llegada del otoño y con solo 9 meses, comencé a dar los primeros pasos agarrada a mis vestidos.
Pero poco duró la alegría. Tan solo 3 días después, una maldita noche por sorpresa y a traición me atacó el monstruo de la polio que siendo tan cobarde lo hizo mientras dormía. Aprovechando que no podía defenderme quiso arrebatarme la vida, algo que yo no estaba dispuesta a permitirle a pesar de intentarlo con todas sus ganas.
Desperté de madrugada en medio de un desgarrador e incontrolable llanto que en los brazos de mi madre lejos de desaparecer quizás por los dolores que provocaba, aumentaba más.
A la mañana siguiente cuando mi madre fue a vestirme, al ponerme en pie horrorizada pudo contemplar como mi cuerpo era una auténtica hebra de hilo. Teniendo en cuenta que era modista no podía hacer una definición mejor.
La fiebre era altísima, las piernas no me sujetaban, los brazos y la cabeza se me caían... y eso, era solamente lo visible.
Posteriormente, se comprobó como además de mis extremidades también existía afectación en la columna, bronquios, pulmones...
Rápidamente me llevó al médico, el diagnóstico fue "un catarro común".
Mi madre, todavía no sé cómo porque su información al respecto era muy escasa por no decir nula, pura intuición creo yo, concluyó que de catarro nada y así se lo espetó al médico en su cara diciéndole que yo lo que tenía era polio al tiempo que le exigía el correspondiente volante que me llevara al hospital más cercano.
Ni que decir tiene que dicho facultativo entró en cólera tachándola de exagerada y casi de loca. No obstante, quizás por no discutir o porque nunca mejor dicho quiso curarse en salud, firmó dicho volante.
Llegamos al hospital de Alcazar de San Juan y una vez allí conscientes de la gravedad de mi estado de salud se pusieron en contacto con el antiguo hospital del rey en Madrid que disponían de más medios.
Tanta era la premura que los propios médicos de ambos hospitales hablaron entre ellos y cuando mi madre llegó conmigo ya nos estaban esperando.
De los brazos de mi madre pasé a los de estos médicos que despavoridos según me contó tantas veces mi madre y siempre con una intensa emoción (la misma que en este momento siento yo) atravesaron corriendo todo el jardín desde el recinto de la entrada hasta el pabellón donde se encontraban los famosos pulmones de acero (máquina que permite poder respirar). Me introdujeron en uno de ellos prácticamente sin ninguna esperanza de vida. Durante 16 largos días estuve metida en él, acompañada de mi madre que a pesar de estar prohibido permanecer en dicho lugar, dada su insistencia fue de las pocas madres que se lo permitieron.
Durante esos días mis hermanos quedaron en el pueblo al amparo de mi querida abuela materna y mis tías.
El tema de los hermanos que tampoco salieron indemnes de la situación, es otro de los apartados importantes a tener en cuenta.
Una vez superada la gravedad inicial, los médicos le plantearon 2 opciones a mi madre
1. Irme a casa y permanecer postrada en una cama sin ninguna calidad de vida y
2. Quedarme en el hospital por tiempo indefinido haciendo rehabilitación ante una escasa posibilidad de poder andar algún día. Ambas decisiones requerían la misma responsabilidad y eran igualmente duras. La diferencia era que la segunda albergaba una mínima esperana.
Ante dicha disyuntiva mi madre aconsejada siempre por los médicos no tardó en decidir lo que sin duda era mas conveniente para mi futuro. Por suerte, me dejó en el hospital, me consta que con mucho dolor.
Transcurrían los años de la España más negra y profunda donde todo era examinado, controlado y censurado por lo que el sacrificio que mi madre hacía en ese momento, fue puesto en entredicho por algunas lenguas viperinas que si bien no eran muchas Sí contenían una gran cantidad de veneno, que descargaban acusando a mi querida madre de mala madre alegando que me había abandonado en el hospital para eludir mi cuidado.
¡NADA MÁS LEJOS DE LA REALIDAD!
Afortunadamente, mi madre tenía muy claro lo que debía hacer y por mucho daño que dichos comentarios la hicieran nunca la influyeron negativamente ni consiguieron apartarla del buen camino.
Pasaron así 3 largos años en los que iba a visitarme siempre que podía que desde luego no era todo lo que ella quería. En esa época viajar a "la capital" era algo así como ir actualmente al extranjero, requería un presupuesto económico que ni remotamente se disponía.
Luchamos sin tregua dejándonos la piel y hasta el aliento, pero tanto esfuerzo tuvo su recompensa y allí estaba yo con 4 años andando de nuevo con mis primeros aparatos.
Este periodo acabó con un final feliz pero la lucha continúa y si entonces fui una rebelde con causa, actualmente es esa misma causa la que me hace ser nuevamente rebelde por lo que aunque mi futuro sea incierto y tirando a complicado, no pienso tirar la toalla salvo que sea en la playa.
PD. Me ha costado mucho escribir estos recuerdos y sin que sirva de precedente he dejado correr libremente mis lágrimas por lo que emocionalmente supone, teniendo en cuenta que mi gran guerrera y compañera, mi querida y admirada MADRE ya no está fisicamente conmigo.
Gracias Madre, por hacer de mí la mujer que soy.
Violeta


sábado, 12 de octubre de 2019

QUAN SE´M VA DESPERTAR LA POLIO    -    ROSA PONS



A mi la polio "se'm va despertar" fa catorze anys...La tinc des dels 18 mesos. Sóc força afortunada després de tot...hi ha persones molt més afectades que jo. He passat de poder pujar escales a haver-me d'instal.lar un ascensor a casa. La meva cama afectada ha perdut la força i ha dit prou. He passat de no haver de necessitar ajuda, a utilitzar bastó o crosses, de poder anar a l'estiu amb sandàlies a calçar botines fetes a mida. Han aparegut els dolors musculars i ossis tan molestos, l'insomni, les caigudes amb afectacions diverses...aquest any amb trencament de pelvis, trocànter i els lligaments de dos dits...La meva segona casa és la fisioterapeuta. Costa molt trobar un metge que t'entengui i trobi sortida a tot aquest ventall de situacions...Jo sóc la meva millor metgessa. Tenir la pòlio també m'ha ensenyat a ser més pacient, a valorar el que tinc...família, amistats...,a superar-me cada dia. Les vegades que he hagut d'estar inmobilitzada, ja sigui per una caiguda, una operació, per cansament...ha fet que una de les millors companyies sigui la lectura...amb ella aprenc, m'esbargeixo, somio...i els animals, sobretot els gats...els necessito aprop. Em relaxen, em fan companyia...Gràcies Inma Blanco per penjar aquests recordatoris d'una malaltia que ja considerem la nostra acompanyant i que sovint em fa pensar que, després de tot, encara sóc molt afortunada. Gràcies!!!

* A mi la polio "se me despertó" hace catorce años...La tengo desde los 18 meses. Soy bastante afortunada después de todo...hay personas mucho más afectadas que yo. He pasado de poder subir escaleras a tener que instalarme un ascensor en casa. Mi pierna afectada ha perdido la fuerza y ha dicho que ya ha hecho suficiente. He pasado de no necesitar ayuda, a utilizar un bastón o muletas. De poder andar cada verano  con sandalias a calzar botines hechos a medida. Han aparecido los dolores musculares y oseos tan molestos, el insomnio, las caidas con afectaciones diversas...Este año con rotura de pelvis, trocanter y los ligamentos de dos dedos...Mi segunda casa es la fisioterapeuta. Cuesta mucho encontrar a un medico que te entienda y que encuentre una salida a todo este abanico de situaciones...Yo soy mi mejor doctora. Tener la polio también me ha enseñado a ser más paciente, a valorar lo que tengo, familia, amistades...a superarme cada día. Las veces que he tenido que estar inmobilizada, ya sea por una caida, una operació, por cansancio...han hecho que una de mis mejores compañias sea la lectura...con ella aprendo, me distraigo, sueño...y los animales, sobre todo los gatos...los necesito cerca. Me relajan, me hacen compañia...Gracias Inma Blanco por colgar estos recuerdos de una enfermedad que ya consideramos nuestra acompañante y que con frecuencia me hace pensar que después de todo aún soy muy afortunada. Gracias!!!





LA ABUELA CASI VISIBLE (1)  PATRICIA JIMENEZ




En la montaña vivía una abuela que siempre estaba acompañada de sus ángeles y sus fantasmas. Una que otra vez la visitaba algún ser corpóreo, que le hacía el favor de barrerle la casa y lavarle la ropa. Otras veces venía el vecino a contarle de sus males ó a traerle algún dulce.

Pero la abuela ya casi nunca salía de su casa. Usaba un par de muletas, porque en su niñez, muchos diferentes virus invisibles la atacaron, dejándole la piel marcada de manchitas después de muchas fiebres, y uno de ellos mutiló sus nervios dejando sus piernas débiles y muy delgadas, el polio.

Sin embargo la abuela no siempre fue invisible. De joven, a pesar de sus piernitas chuecas, atraía muchas miradas y la invitaban a muchas actividades divertidas.
De niña iba al mar y jugaba feliz entre las olas y la arena, a pesar de los revolcones inesperados, donde una vez casi se ahoga, pero gracias al tío Hermes, otro ser ahora alado, logró salir del hueco profundo. Pero ese tío fue quien dos veces la rescató. La segunda fue cuando vivían en el viejo patio de beneficio de café de La Sabana, donde él tenía un taller de zapatero remendón en una buhardilla, la abuela niña jugaba con su hermanita menor, y en empujón cayó al primer piso de cabeza. Tremendo susto se pegaron todos. El tío sacó su pedazo de moto, y con un parche temporal en la cabeza, la abuela niña fue llevada muy consciente y agarrada al tío como una garrapata, en el asiento trasero de la moto, al hospital más cercano, que en ese entonces era el San Juan de Dios. En el puro cucurucho de la cabezota de la niña le dieron 7 puntadas y le dejaron una aureola (o sea la raparon) para lavarle diariamente la herida!
Pero la abuela igual siguió jugando con su hermanita, y se iban de campamento con las Guías Scouts, donde a la orilla del río de San José de la Montaña se bañaban rodeadas de muchas otras haditas del mismo tamaño.
La abuela tuvo una infancia feliz, entre entradas y salidas a las salas de cirugía de muchos hospitales entre Caracas de Venezuela, New York de Estados Unidos y San José de Costa Rica del continente americano. Y fue feliz porque toda su familia la amaba, pero no la sobreprotegían. Si se caía, su papá vigilante solo preguntaba si se había hecho mucho daño, y si ella respondía que no, él decía, que se levantara solita. Y la niña lo hacía y seguía correteando con su renquera por toda la casa, hasta que quebraron el elefante de porcelana favorito de la mamá.
Tuvo que aprender a dejar de correr. Porque cuando lo hacía, el desnivel de sus pasos, la balanceaban sin control hacia los lados y casi siempre se caía en los sitios menos apropiados. Como si para caerse hubiese sitios adecuados! De todos modos a su hermanita menor siempre le parecía muy divertido verla caer, y se reía de ella a carcajada limpia, porque decía que parecía que hacía pasos de ballet. Aún así la abuela -tampoco- pudo bailar mucho.
Al llegar a la adolescencia, la mantenían sigilosamente resguardada, pues se había convertido en una muchacha muy bonita que atraía a otros jovencitos como la miel a las abejas. Si la abuela adolescente quería salir tenía que ser con chaperones. Eso también era divertido. Sobre todo cuando iban en grupos a Mata’elimón en tren y todos cantaban a galillo pelado con sus guitarras.
Ese tren es otro de sus fantasmas favoritos. Cantar, conversar, contemplar el Río Barranca cargadito de aguas color turquesa. Y siempre le daba miedo pasar por el puente sobre el río, pues pensaba que cómo sería intentar salir a nado de tanta fuerza en su caudal. Ahora las aguas en ese río son casi un fantasma más de sus recuerdos...
Por suerte que la niña abuela, sabía nadar. Una de las pocas actividades físicas que sí la dejaban hacer era ir a la piscina. Parecía un pez en el agua! Se zambullía hasta el fondo y sus pulmones daban hasta 2 minutos y medio para nadar bajo el preciado líquido. Y solo salía de allí, si la obligaban ó sus manitas estaban tan arrugadas que le dolían del frío. Alguna de las mujeres de su familia la esperaba siempre con una toalla seca para abrigarla.
Las mujeres de su familia eran guerreras muy sabias. Habían tenido que saber esconderse en la guerra del 48 de los soldados y del hambre cuando los abuelos no podían traer pan a casa. Había días que solo se comían sopas de leche con algo, ó chayotes ó avena ó tortilla, porque era lo único que había a mano. Sin embargo su comida favorita era el pan que le traía el abuelo a las 4 de la madrugada recién salidito del horno de la panadería donde él trabajaba. Ella y su abuelo David tenían una relación muy amorosa, los dos habían nacido en la misma fecha pero con más de 60 años de separación. Y cosa curiosa la abuela nació 50 años antes que su sobrino nieto Alecito y en el mismo día! Coincidencias de fantasmas...
Ahora la abuela tiene 67 años y sigue leyendo letreros cuando alguna alma bondadosa la saca a pasear, porque así fue como aprendió a leer. Cuando sus padres viajaban con ella y su hermanita de Valencia a Caracas entre los años 1955 y 1960, los viajes eran tan largos y aburridos, que aprendieron a contar carros y leer las vallas publicitarias que eran muchas por las orillas de las carreteras. Y para darle emoción, las hermanas en el asiento de atrás, se disputaban la propiedad de cuanto vehículo lindo les gustaba, ya fueran camiones, buses ó carros de tipo Mercedes Benz!!
Lo que es la imaginación cuando se le da rienda suelta...poderosa.
Hoy la abuela recuerda y añora, pero como los Ángeles la acompañan y en especial el de su Guarda, tiene la obligación de ser creativa y aprovechar el tiempo. Todavía faltan muchas historias que contar, muchos cuadros que pintar y muchos ángeles corpóreos que mover...
Dejaremos un poquito para otro día...
Santa Elena de Monteverde de Puntarenas de Costa Rica.
8 de octubre del 2019, 10:50am.