domingo, 13 de mayo de 2018

MADRE CORAJE - INMA BLANCO


Tus dedos entrelazados en los cordones de mis botas blancas, repitiéndome una y otra vez como hacer el lazo, lo del aparato vino después. Si ya era complicado el tema de los cordones, las correas con las hebillas que volteaban mi pierna mala era un juego de acrobacia para mí. Pero yo crecía en tu sonrisa con cada nueva proeza, ya había quedado atrás la tina que se construyó especialmente para mí, me dijisteis que era de madera y que me sumergías en agua muy caliente, pero eso solo lo recuerdo gracias a las palabras de mi hermana aunque lo que si aparece a veces en mis sueños es esa especie de arnés con el que me colgabais y me dejabais patalear, yo gritando desesperada y tu escondiendo tus lagrimas para después acogerme en tu regazo y decirme:

- Ves como no ha sido nada. – Mientras yo continuaba sollozando hasta que tus palabras y tus abrazos tranquilizaban mi alma inquieta y me escapaba a volar.
Años después, en Madrid, viene a mi memoria tu imagen acercando a mis labios un vaso de cristal con zumo de naranja. Mi desesperación tras la anestesia me llevo a morder el cristal y romperlo, no importaba porque tú estabas allí. Dos años separadas y cuatro operaciones esperando cada una de ellas como un regalo del cielo porque mientras contaba números hacia atrás, sabía que me despertaría encontrando a mi ángel sonriente, mi madre coraje, mi valiente, quien acurrucándome en sus brazos haría que todo fuera distinto por instantes, cuando apareces en ese retazo de memoria desearía no crecer.
La otra imagen, me la explico hace justo dos años tu mejor amiga de Membrilla, tú regresabas en la Sepulvedana de Madrid junto a Cata, tu sonrisa intentando apagar mis lágrimas:
-          - No llores cariño, que esto pasara…..
Tus lágrimas derramadas en el viaje de vuelta, seguro que no fueron las únicas, ni los domingos interminables sin salir de casa porque yo no estaba allí.
Tiempo después eras tú la que me arrastraba a salir cuando con dieciséis años  se oscureció mi vida con aquella depresión que iba y venía.
-          - No puedo creer en Dios – decías – es un Dios que se ha ensañado contigo y que no te deja vivir.
Tantas cosas mama, tantas, con mi rebeldía que tú acabaste aceptando y admirando, mi alejamiento que soportaste también llorando y yo sin ver. Siempre agradeceré la oportunidad de estar cerca de ti los últimos años de tu vida, demasiado poco tiempo para mí….
-        ---  Coges el cordón con la mano izquierda, coges este otro con la derecha, le das la vuelta y ves ¡ya está!
-      ---    Es que no me sale, mama.
-          ----
No importa volvemos a probar....





·        Todas las madres de los niños que sufrimos la polio estaban hechas de una pasta especial, nosotros las llamamos madres coraje. Cultas o analfabetas, de pueblo o de ciudad, fueron capaces de salir de sus casas y hasta de recorrer media España buscando un milagro para nosotras. Escondiendo sus lágrimas tras una amplia sonrisa de amor, dotadas de una paciencia infinita pero a la vez inflexibles y exigentes nos dieron cariños y mimos con su dosis de mano dura porque sabían que algún día tendríamos que sobrevivir sin ellas a nuestro lado. Y lo consiguieron! Hoy mi escrito va por ellas, por las madres coraje de los niños afectados por la polio.

1 comentario:

  1. Me has hecho lagrimear...conozco tantas madres así, incluyendo abuelas y tías que se aliaban para cuidarnos, amarnos, protegernos...qué bendición de que nos rodearan ángeles así. Gracias a Dios por las angelitas terrenales también.

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