Sobre Elsa Vogl - NICARAGUA
Un Camino de Amor
Mi nombre es Maria Elsa Vogl Montealegre,
soy Nicaragüense nacida el 20 de Abril de 1941, en Niquinohomo, un pueblito
precioso con raíces precolombinas.
En la época de mi nacimiento no se había
descubierto aún la vacuna contra la polio. Afortunadamente mis dos hermanos más
cercanos, no fueron afectados.
No sé exactamente cuándo me dio la
enfermedad. Eran días difíciles para mi familia. Mi padre era alemán y el
gobierno nicaragüense había declarado la guerra a Alemania durante la II Guerra
Mundial. Mi padre fue hecho prisionero y luego le fue dada la casa por cárcel;
una hacienda cafetalera. Mi madre se hizo cargo del trabajo y papá quedó en
casa con los hijos. Somos siete hermanos. Cuando tenía unos seis meses de edad
sufrí una fiebre muy intensa, aparentaba dolores en el cuerpo, sin ningún otro
síntoma, por lo que no supieron de que me había enfermado.
Como cuatro o seis meses más tarde, mi
padre notó que mi pierna derecha estaba encogida y, al medirla, comprobó que
era algunos centímetros más corta que la pierna izquierda.
Al revisarme el médico de la familia,
diagnosticó que me había dado polio, y los estudios radiológicos indicaron
disminución de tamaño en los huesos del lado derecho, desde el omóplato hasta
la pierna, afectando la pelvis. En su opinión, yo no podría llegar a caminar.
De inmediato mi madre dijo que sí
caminaría e inició conmigo un intenso trabajo de rehabilitación, que me era
dado dos veces por semana en el Hospital de Managua, situada a varias horas de
camino de nuestra hacienda.
Mis padres aprendieron ejercicios para
hacer en casa, los que me hacían rigurosamente. Así, con alguna dificultad,
logre caminar. Me cuentan que casi tenía tres años cuando di mis primeros pasos
sola.
Desde niña me acostumbraron a los
ejercicios diarios de rehabilitación, a la practica de la natación, y el
ciclismo. También aprendí a coser en una maquina de pedal. Usaba botas hasta el
tobillo y una órtesis en la pierna derecha para corregir el pie, pues solo
apoyaba el talón, y para sostenerme la rodilla. Fui una niña inquieta y
juguetona, a pesar de que era todo un desafío el correr o subirme a los
árboles.
Cuando tenía 10 años fui ingresada a un
Hospital Ortopédico en Los Ángeles, en California, USA. Estuve casi seis meses.
No necesité de ninguna cirugía. Me enseñaron a caminar utilizando mejor mis
músculos y tendones. Con solamente fisioterapia salí del Hospital caminando
mejor, sin órtesis y con zapatitos bajos.
Llevé una vida muy activa. Solía salir de
pesca, a velear o remar en bote, Solía participar en rally de autos. Visitaba
con frecuencia las playas y las numerosas lagunas de mi tierra. No tenía ningún
problema para este tipo de vida, que combinaba con mis estudios, con
actividades artísticas, culturales y sociales. Me hice muy buena en bailes de
salón.
Me casé a los 30 años, después de coronar
dos carreras universitarias, y a los 32 años tuve a mis hijos gemelos, varón y
mujer. Fue un parto natural, los niños por ser prematuros, tenían el tamaño
necesario para poder pasar por la estrechez de la pelvis derecha.
Hace como quince años empecé a sentir
cansancio. Llegaba al final del día absolutamente agotada. Para entonces mi día
incluía, además de unas 12 horas de trabajo y el manejo de mi hogar, unos 45
minutos diarios de gimnasia.
Noté que el aire acondicionado que solía
programar a 22 grados C. me resultaba muy frió. Se me hicieron más frecuentes
los calambres en las piernas y las cefaleas. Se volvió persistente el dolor en
los músculos y articulaciones y proseguía el cansancio. Comencé a sentir debilidad en las piernas y
un médico ortopeda me recomendó usar un bastón y muy fastidiada lo comencé a
usar.
Yo insistía en hacer lo que estaba
acostumbrada a hacer: más ejercicio,
natación y gimnasia y cada día terminaba más adolorida que antes.
Pero el dolor en la columna y espalda
superior fueron mas fuerte, mi ortopeda decidió practicar un “bloqueo” en la
columna. Me hizo la punción por dos días, insuflando corticoides y analgésicos.
Se me quitó el dolor, pero reapareció unos meses después.
Todos conocemos ese ir “de Herodes a
Pilatos”. Nadie daba pie con bola con mi cansancio, falta de fuerza, dolor y
calambres. Me hicieron nuevos estudios radiológicos, se me practicó una
electromiografía y una resonancia magnética. No presentaba problemas en la
columna más que las escoliosis lumbar y dorsal de compensación, pero sin
compromiso de la médula. Había falla en la trasmisión nerviosa, producto de la
polio y nada más.
Yo asistía con regularidad donde una
fisiatra de nacionalidad sueca, quien me trataba especialmente por las
contracturas musculares. Ella me dijo que en Suecia tuvo algunos pacientes que
habían sufrido polio años atrás y, en un entrenamiento especial, aprendió que a
este tipo de pacientes no debía hacerles ejercicios activos, y por primera vez
escuche el término “Síndrome Post Polio”.
Fue la llave; comencé a investigar por
internet y me encontré cantidades enormes de información y afortunadamente di
con un grupo de ayuda de Lima, Perú. Su coordinadora me puso en contacto con mucha
información y me envió un libro sobre el SPP escrito por un medico
estadounidense del que aprendí muchísimo. Después encontré el grupo de México y
conocí al Dr. Jorge Federico Eufracio Tellez, leía con avidez los artículos de
especialistas y los suyos propios, le consulte por cualquier cosa y siempre me
atendio con cariño y efectividad.
Como hemos hecho todos, seguí consultando
médicos. Les llevé información procurando que proviniesen de sitios “serios”.
Al fin el ortopeda me dio el diagnóstico de Síndrome post polio y me transfirió
a un buen neurólogo.
En esta etapa yo era solamente un amasijo
de cansancio y dolor. Me había agravado por el plus esfuerzo de manejar sola
nuestras empresas, ya que mi hijo estaba cursando estudios de postgrado en el
extranjero y mi hija pasaba un difícil embarazo.
Pasé dos meses en cama por el dolor
ciático y de espalda y la debilidad en las piernas. Me movilizaba en una silla
de ruedas. El nuevo neurólogo me habló de la gabapentina y comencé el
tratamiento con 1.200 mg, que después subimos a 1.800 mg. El dolor cedió
lentamente y pude levantarme. También me recetó antidepresivos. Deje la
gabapentina porque no me quitaba mucho el dolor me sentía con el cerebro
embotado, brumoso. Entonces me movilzaba
con un bastón canadiense y mucho esfuerzo.
He ido aprendiendo a ahorrar energía, a
aceptar ayuda. No volví al trabajo; me quedé cuidando de mi nieta, escribiendo,
aprendiendo, (soy una curiosa del saber), en fin, viviendo una vida que procuro
hacer hermosa y útil dentro de mis actuales capacidades. Retome mi afición por
literatura y me dedique a ella, hoy ya
tengo cuatro libros publicados, incluyendo el libro colectivo con mis hermanos
Post Polio, SUEÑOS EN LA MIRADA.
Tengo etapas buenas, otras en las que
aparece un nuevo dolor y algún otro síntoma, que trato de asumirlos de la mejor
manera. Caminar mas de 100 metros o estar de pie más de diez minutos son
hazañas que ocasionan dolores. Me cuesta mucho subir gradas; realmente “me
guindo” del pasamanos para lograrlo y se me dificulta bajarlas. Sé que si me
excedo en caminar, trabajar ante la computadora, etc., mi cuerpo me lo cobra, y
caro, así que sigo aprendiendo a ahorrarme.
Lo mas importante para mi vida actual han
sido los amigos sobrevivientes de polio y cursando el Síndrome Pos polio, la
comprensión, el intercambio de ideas y conocimientos, el calor de su cariño me
ayuda sobremanera para seguir viviendo una vida rica de sentimientos y útil.
Con dos años apoyada sobre mi mama
Con seis años
Adolescente
Con mi hermana
Con 19 años
Recien graduada
Con mis hijos
Con mis nietas
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