jueves, 18 de octubre de 2018

Sobre Elsa Vogl  - NICARAGUA

Un Camino de Amor



Mi nombre es Maria Elsa Vogl Montealegre, soy Nicaragüense nacida el 20 de Abril de 1941, en Niquinohomo, un pueblito precioso con raíces precolombinas.
En la época de mi nacimiento no se había descubierto aún la vacuna contra la polio. Afortunadamente mis dos hermanos más cercanos, no fueron afectados.
No sé exactamente cuándo me dio la enfermedad. Eran días difíciles para mi familia. Mi padre era alemán y el gobierno nicaragüense había declarado la guerra a Alemania durante la II Guerra Mundial. Mi padre fue hecho prisionero y luego le fue dada la casa por cárcel; una hacienda cafetalera. Mi madre se hizo cargo del trabajo y papá quedó en casa con los hijos. Somos siete hermanos. Cuando tenía unos seis meses de edad sufrí una fiebre muy intensa, aparentaba dolores en el cuerpo, sin ningún otro síntoma, por lo que no supieron de que me había enfermado.
Como cuatro o seis meses más tarde, mi padre notó que mi pierna derecha estaba encogida y, al medirla, comprobó que era algunos centímetros más corta que la pierna izquierda.

Al revisarme el médico de la familia, diagnosticó que me había dado polio, y los estudios radiológicos indicaron disminución de tamaño en los huesos del lado derecho, desde el omóplato hasta la pierna, afectando la pelvis. En su opinión, yo no podría llegar a caminar.

De inmediato mi madre dijo que sí caminaría e inició conmigo un intenso trabajo de rehabilitación, que me era dado dos veces por semana en el Hospital de Managua, situada a varias horas de camino de nuestra hacienda.
Mis padres aprendieron ejercicios para hacer en casa, los que me hacían rigurosamente. Así, con alguna dificultad, logre caminar. Me cuentan que casi tenía tres años cuando di mis primeros pasos sola.

Desde niña me acostumbraron a los ejercicios diarios de rehabilitación, a la practica de la natación, y el ciclismo. También aprendí a coser en una maquina de pedal. Usaba botas hasta el tobillo y una órtesis en la pierna derecha para corregir el pie, pues solo apoyaba el talón, y para sostenerme la rodilla. Fui una niña inquieta y juguetona, a pesar de que era todo un desafío el correr o subirme a los árboles.
Cuando tenía 10 años fui ingresada a un Hospital Ortopédico en Los Ángeles, en California, USA. Estuve casi seis meses. No necesité de ninguna cirugía. Me enseñaron a caminar utilizando mejor mis músculos y tendones. Con solamente fisioterapia salí del Hospital caminando mejor, sin órtesis y con zapatitos bajos.

Llevé una vida muy activa. Solía salir de pesca, a velear o remar en bote, Solía participar en rally de autos. Visitaba con frecuencia las playas y las numerosas lagunas de mi tierra. No tenía ningún problema para este tipo de vida, que combinaba con mis estudios, con actividades artísticas, culturales y sociales. Me hice muy buena en bailes de salón.

Me casé a los 30 años, después de coronar dos carreras universitarias, y a los 32 años tuve a mis hijos gemelos, varón y mujer. Fue un parto natural, los niños por ser prematuros, tenían el tamaño necesario para poder pasar por la estrechez de la pelvis derecha.

Hace como quince años empecé a sentir cansancio. Llegaba al final del día absolutamente agotada. Para entonces mi día incluía, además de unas 12 horas de trabajo y el manejo de mi hogar, unos 45 minutos diarios de gimnasia.

Noté que el aire acondicionado que solía programar a 22 grados C. me resultaba muy frió. Se me hicieron más frecuentes los calambres en las piernas y las cefaleas. Se volvió persistente el dolor en los músculos y articulaciones y proseguía el cansancio.  Comencé a sentir debilidad en las piernas y un médico ortopeda me recomendó usar un bastón y muy fastidiada lo comencé a usar.

Yo insistía en hacer lo que estaba acostumbrada a hacer: más ejercicio,  natación y gimnasia y cada día terminaba más adolorida que antes.

Pero el dolor en la columna y espalda superior fueron mas fuerte, mi ortopeda decidió practicar un “bloqueo” en la columna. Me hizo la punción por dos días, insuflando corticoides y analgésicos. Se me quitó el dolor, pero reapareció unos meses después.

Todos conocemos ese ir “de Herodes a Pilatos”. Nadie daba pie con bola con mi cansancio, falta de fuerza, dolor y calambres. Me hicieron nuevos estudios radiológicos, se me practicó una electromiografía y una resonancia magnética. No presentaba problemas en la columna más que las escoliosis lumbar y dorsal de compensación, pero sin compromiso de la médula. Había falla en la trasmisión nerviosa, producto de la polio y nada más.

Yo asistía con regularidad donde una fisiatra de nacionalidad sueca, quien me trataba especialmente por las contracturas musculares. Ella me dijo que en Suecia tuvo algunos pacientes que habían sufrido polio años atrás y, en un entrenamiento especial, aprendió que a este tipo de pacientes no debía hacerles ejercicios activos, y por primera vez escuche el término “Síndrome Post Polio”.

Fue la llave; comencé a investigar por internet y me encontré cantidades enormes de información y afortunadamente di con un grupo de ayuda de Lima, Perú. Su coordinadora me puso en contacto con mucha información y me envió un libro sobre el SPP escrito por un medico estadounidense del que aprendí muchísimo. Después encontré el grupo de México y conocí al Dr. Jorge Federico Eufracio Tellez, leía con avidez los artículos de especialistas y los suyos propios, le consulte por cualquier cosa y siempre me atendio con cariño y efectividad.

Como hemos hecho todos, seguí consultando médicos. Les llevé información procurando que proviniesen de sitios “serios”. Al fin el ortopeda me dio el diagnóstico de Síndrome post polio y me transfirió a un buen neurólogo.
En esta etapa yo era solamente un amasijo de cansancio y dolor. Me había agravado por el plus esfuerzo de manejar sola nuestras empresas, ya que mi hijo estaba cursando estudios de postgrado en el extranjero y mi hija pasaba un difícil embarazo.
Pasé dos meses en cama por el dolor ciático y de espalda y la debilidad en las piernas. Me movilizaba en una silla de ruedas. El nuevo neurólogo me habló de la gabapentina y comencé el tratamiento con 1.200 mg, que después subimos a 1.800 mg. El dolor cedió lentamente y pude levantarme. También me recetó antidepresivos. Deje la gabapentina porque no me quitaba mucho el dolor me sentía con el cerebro embotado, brumoso.  Entonces me movilzaba con un bastón canadiense y mucho esfuerzo.

He ido aprendiendo a ahorrar energía, a aceptar ayuda. No volví al trabajo; me quedé cuidando de mi nieta, escribiendo, aprendiendo, (soy una curiosa del saber), en fin, viviendo una vida que procuro hacer hermosa y útil dentro de mis actuales capacidades. Retome mi afición por literatura y me dedique a ella,  hoy ya tengo cuatro libros publicados, incluyendo el libro colectivo con mis hermanos Post Polio, SUEÑOS EN LA MIRADA.

Tengo etapas buenas, otras en las que aparece un nuevo dolor y algún otro síntoma, que trato de asumirlos de la mejor manera. Caminar mas de 100 metros o estar de pie más de diez minutos son hazañas que ocasionan dolores. Me cuesta mucho subir gradas; realmente “me guindo” del pasamanos para lograrlo y se me dificulta bajarlas. Sé que si me excedo en caminar, trabajar ante la computadora, etc., mi cuerpo me lo cobra, y caro, así que sigo aprendiendo a ahorrarme.
Lo mas importante para mi vida actual han sido los amigos sobrevivientes de polio y cursando el Síndrome Pos polio, la comprensión, el intercambio de ideas y conocimientos, el calor de su cariño me ayuda sobremanera para seguir viviendo una vida rica de sentimientos y útil.

Con dos años apoyada sobre mi mama

Con seis años


Adolescente

Con mi hermana


Con 19 años

Recien graduada

Con mis hijos

Con mis nietas




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